BLOG DE POESÍA

POEMAS DE MANUELA PASO

martes, 25 de octubre de 2011

ÚLTIMO LLANTO EN PARÍS

Se trataba de llorar con todas sus lágrimas y Marlon Brando
estaba muy hermoso en aquella película

como una rosa colgada boca abajo a la que maquillan el desprendimiento.

Nada de nombres
le decía él a ella en un colchón sin norte ni sur;

con las esquinas de la carne como el único lugar al que volver.

Sin citas previas, sin comida en el frigorífico, sin sillas ni mesas;

recordar que había una escalera de mano abierta por la que los amantes transitaban
tristes o desnudos.

Se trataba de hacer llorar a Marlon Brando con todas sus lágrimas en aquella película:

Marlon el viudo salvaje,
follador ceniciento
que tenía una mujer y un hijo en cada isla;

que en su pecho se abría una cortina que daba paso a las nubes y al exilio de los pájaros.

Este hombre dice entonces que no puede llorar,
que no tiene lágrimas en aquella película

y cierra las tapas rojas de su alma sin cinco ni acción.

En el centro Bertolucci que astuto lo acaricia,
lo prepara como al niño que tomará un jarabe demasiado amargo:

Marlon, cuéntame ese sueño de hace un año en el que
asistías al funeral de todos tus hijos 

y un presagio de retratos fríos naufragaba en la respiración.



MASTECTOMÍA



 Zigzag de una dentellada en el pecho.

Supongo que yo tenía que estar en ese presente de internada luz
cuando tú
posaste rendida a las curas y los antibióticos.

Supongo que yo no debí hurgar en bolsillos de memorias y sacar

ante mí tu fotografía
desnuda como un río de leche de cuatro partos; primogénita envidia

no tan bella, no tan dura,
no tan misteriosa,

no tan sexualmente veraz como tú.

Supongo que era inoportuno protestar en las cenizas de la incitación
como si todas las hijas de las hijas
fuésemos hacia un igual
y supongo

que fue sabio que rindiendo la bandera blanca del dolor,
te mostraras más comprensiva que yo contigo y me permitieras

salir de la habitación con aquel exorcismo placebo:

“Vete de aquí, hija
y no mires, no mires,
no me mires.”

PSORIASIS


Una vez
mis sábanas filtraron la vergüenza.

Algo pasó con los míos.

Lo dice este pijama rojo talla 12 y mis bragas troqueladas.
Lo dice este jabón de azufre en mi piel que no persona:

que coral,
que piel celosía;

que cuerpo monologante en el que viaja más rápido el dolor de todos
que la propia historia.

Soy un vehículo.

En esta psoriasis baila mi abuela analfabeta
su oleaje prohibido entre las piernas.

En esta psoriasis testifica mi madre amenazas paternas
a cambio de unas onzas de silencio con chocolate;

En esta psoriasis

hablan los abortos en agua caliente,
la cárcel,

la pobreza desmayada.

Agoniza mi padre
mientras la promesa ventrílocua de que voy a escribir pase lo que pase
se ata a la garganta de esa enfermera.

Fuí el vehículo en una escama.
Si ahora me desnudase seguiría el grito,
las violetas,
un hombre llamando al timbre,
las hijas sin derecho a guirnalda en la escalera,
un pájaro acabado en el felpudo,
pelos negros y
un disfraz de princesa de Galerías Preciados que no encontró la salida.